Cuadernos orquestados

Colección de poesía

Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Le bastan a Carlos Aprea unos pocos poemas para construir un mecanismo convocante para la poesía: abre puertas, ventanas, abre campos de inminencia para que ella suceda.

Por lo general, la descripción es objetiva (aunque hay excepciones como la del poema La bandera con abordaje y resolución no sólo originales sino de una precisa eficacia en el lenguaje), descripciones, digo, tramadas por una sucesión de planos y de imágenes que bastan para descubrir el tiempo y la melancolía de esos escenarios que muchas veces se ven en los pueblos perdidos de las provincias a los que describió Aprea con certera caladura poética en su libro Pueblos Fugaces.

Puesto en el centro de esos vértigos lentos y profundos, todo lo que está viendo se transmuta en el hombre, testigo y víctima de sus sentidos.

Esta decena de trabajos le dará al lector un anticipo del  talento y el talante verdaderos con que Carlos Aprea viene construyendo su  hermosa poesía.

Leopoldo Castilla
noviembre de 2014


Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

La poda

Entrado el invierno,
fría la tierra, la corteza fría,
las ramas implorando hacia el cielo plomizo,
el viejo calza sus guantes y prepara
la pinza de podar,

observa en el ciruelo sus extendidas ramas,
recorre el cuerpo que ha dado el tiempo
a la copa desnuda,
sus antiguos nudos, sus bifurcaciones,
adivina una geometría que subyace
oculta a nuestra vista
y comienza, corte a corte,
a volverla visible,

de cada uno de estos cortes
dice,
depende la próxima cosecha.


(De Abrigo, 2006)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

El tránsito me vuelve fascista

Antes no pasaba,
esto no me pasaba,
esto de estar hipertenso,
asido del volante,
dentro de esta caja de metal,
deseando que desaparezcan todos
los que me rodean
con sus cajas de metal,
y llegar sin obstáculos a casa,
no sé,
sólo siento que
es el tránsito,
el tránsito que me vuelve fascista,
en ese punto,
preferiría bajarme,
dejar el auto por ahí,
donde quedan miles
de esos animales engorrosos
pesados e inútiles,
y seguir a pie
como cuando era una persona
relajada,
un peatón
anónimo y corriente.


(De Política líquida, plaqueta, 2009)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Technos

La asepsia virtual

Entre pantallas,
la piel no huele,
no lastima,
no tiene todavía
ni textura ni humedad,
la piel
no es la piel.
ni una pipa una pipa,
ni una mujer una mujer,
etcétera,
pero el deseo
sigue estando allí.

Marketing

El deseo siempre
sigue estando allí,
una imagen vale más que mil palabras,
un relato vale más que mil imágenes,
un deseo vale más que mil relatos,

si conozco el tuyo
manejo tus furias y tus calmas,
tu valor y tu miedo,
te compro y te vendo
lo que quiera.


(De This is the end, week end y otros poemas, plaqueta, 2009)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Arditti

Entre cardos y pastos desmesurados,
la vieja estación
naufraga
con la caída de la tarde.
Unos perros flacos
aúllan su soledad al vernos,
por un momento,
entre las sombras
del tinglado en ruinas,
vuelve a pasar el tren.


(De Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Ceres

Un abucheo de chicharras
confundió nuestros pasos,
así huimos
de las grandes avenidas
iluminadas por la luna llena.
En plena noche, en la estación vacía,
escuchamos campanas de advertencia:
infinitos vagones, rigurosamente sellados,
cargados de roca molida
arrancada a las montañas.
Los hermosos trenes de la infancia
huyendo como oscuros criminales
hacia los grandes puertos de embarque,
dejando una estela extraña,
el acre olor de una vergüenza.


(De Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Rincón de los sauces

Uno de esos pueblos
que no existe en los mapas:
demasiado miserable
o demasiado rico.
Badenes asesinos,
la prisa por llegar,
y se rompe el motor.
Las mujeres se van
en el segundo vehículo,
quedamos solos.
Cae la noche,
sopla el viento helado de la cordillera,
rumiamos compasivos
la modesta desgracia,
pequeños hombres indefensos,
hablando de mujeres que no están
o que han sido, en un ayer lejano,
para darnos valor.
Y cuando el desaliento
empaña el parabrisas,
divisamos las luces salvadoras
de quién ofrece remolcarnos
hasta Chos Malal.
En estas soledades,
cada gesto humano crece
como esos pastos duros de la estepa,
sin vanidades ni estridencias.


(De Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

La bandera

El mástil va mermando su estatura
conforme los años pasan,
los árboles, matas de lana
verde, perfuman el centro
de un patio de juguete.
Todos los detalles caben en la maqueta
colgada con alfileres en la memoria.
Los zapatitos y el portafolio de cuero,
las maestras, la escuela entera
se ha encogido.
Tampoco los que pueblan el patio
son los mismos, figuras sin rostro, anónimos.
Solo un temblor recorre intacto la escena.
Un pequeño sismo sobre el modelo.
El niño lleva el paño patrio,
debe alzarlo al cielo y pesa,
es un ternero nonato entre sus manos,
pesa en el mediodía de diciembre
húmedo y caluroso, pesa
con el estómago vacío,
pesa sobre las sienes,
la cabeza helada, pesa,
y el abanderado se desploma.
Todos ríen, vuelven a reír.
Los rostros y minúsculas
ventanas se desvanecen.
Era como morirse, lo sé,
aún muero.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

La vuelta

Solo pueden regresar los triunfadores.
Porque eso es triunfar: tener el propio tiempo
en el bolsillo.
Para el que pierde
no hay futuro ni vuelta atrás.
Todo ha sido cancelado,
salvo la vida misma convertida en vacío,
en sobrevida vegetal,
en espera.
No hay prodigio más amargo
que el de volver vencido.
Porque nada es igual frente al tiempo
que pasa inexorable.
Los malentendidos devinieron culpas
y las sugerencias de ayer hoy son reproches.
Entre las disputas y las discusiones
queda la red con el pez muerto,
y nadie quiere conservar un cadáver,
hiede cada vez peor.
Por eso no se vuelve.
Por eso el río debe fluir
y nosotros con él.
Por eso si alguien cree
que somos nosotros
los que estamos de vuelta,
hay que decirle:
yo, a usted, no lo conozco.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

El agua y el aceite

En las manchas del colchón
habita, oculto, el pasado.
Mientras vamos a la escuela,
las putas de la vuelta de casa,
madre e hija, salen a saludarnos
desde la tapera del fondo,
una pintura de Molina Campos,
ballenas voluptuosas, pintarrajeadas,
con toda la resaca de la madrugada.
En el recreo, los más grandes
dicen que la rubia tiene la uterina,
Martita, desde su pupitre
se ladea, levanta el guardapolvo
y pide que nos despidamos de ella
autografiándole los glúteos.
Doña Martina ve nuestros pecados
en el aceite vertido sobre el agua.
Las gotas se estiran sobre el plato.
- Estás ojeado nene. Te lo están mirando
mucho las mujeres, Teresa.



(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Cuando vuelven los días

No es mi flaca alegría la que empuja otras voces
a poblar las veredas en los días de fiesta,
pero sube al mirarlos algo que se asemeja
a ese aliento que sana. No soy quien
para juzgar cualquier intento
de hacer de una manada un pueblo,
mis derrotas deben morir conmigo, es vileza
alimentar el odio propio con esperanza ajena.
Ellos pueblan de niños, ladrillos y paredes
y ropa colgada al sol y cocinas humeantes
y madrugadas limpias, las calles de un barrio
cuyos límites ya no reconozco.
Ellos brotan sin tutores de ninguna especie,
y no piden permiso ni viven de prestado,
apenas tienen llave y contrapiso,
/ apenas un umbral, un patiecito,
dueños de rabias propias y desprecios ajenos,
de solidaridad callada y plena, pelean,
por las buenas o no, pelean cada día.
Hay un sol que apenas los alumbra y salen
a festejar la vida.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

El boxeador

a León Rozitchner

El retador de la materia oscura
golpea sobre la bolsa de la costumbre,
ese cuerpo putrefacto, hábito
de un sentido común envilecido
por todos los dioses
del sometimiento humano.
Peso coagulado
por la inercia mortal del poder
obstruyendo la creación de lo nuevo.

El púgil persevera con doxa y episteme,
mandobles poderosos a diestra por siniestra,
y a través de su risa
convoca repentino el azar de la vida,
la vida misma pugna
ahora, prorrumpe victoriosa
al centro del polígono,
contradictoria y ávida,
cálida carne en desenvolvimiento,
dialéctica del alba.

Y nuestro agotado luchador sonríe.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días

Nace

Es la noria de las horas
y el cuerpo no descansa.
Una guerra silenciosa en las colinas del cerebro
devora aquello por lo cual valen las penas y las esperas
y los esfuerzos de toda una vida;
ya están preparados todos los obituarios,
alertas las herramientas de los enterradores de utopías
y con el mismo regusto frente a la oscuridad,
profetas de todos los odios y querellas
reclaman el advenimiento de las grandes catástrofes;
las voces machacan que no hay nada que hacer
salvo repetir lo hecho, una y otra vez y desechar
el verde pajarillo de la esperanza.

De pronto un horizonte se abre entre las circunvoluciones,
viene un alba con música de entusiasmos,
el sol batalla otra vez sobre la bóveda del cráneo
y entibia al pájaro que remonta vuelo.

Un niño acaba de nacer.


(De Tregua en la propia casa, libro inédito)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días