Cuadernos orquestados

Colección de poesía

Raquel Sinelli / Puertas adentro

Una ventana al aire puro

Leyendo los versos de “Puertas adentro” tuve la sensación no habitual que felizmente coincidían con aquellas propuestas básicas que uno siempre intentó ante la página en blanco.

Correr todos los riesgos propios de una apuesta apasionada. Apostar a lo políticamente incorrecto. Apostar a aquellos sonidos y silencios que aún no encontraron la adhesión del lector posible. Escarbar lejos de lo previsible. Permitirse, en suma, ser uno mismo. Y quizá así, acertar. Es decir: agregar algo a lo ya dicho.

Más que escritos los versos de Raquel Sinelli parecen dichos a un testigo invisible. Casi sin metáforas. Con palabra austera pero de largo aliento.

Porque cuando la precisión esmerada de la palabra se apoya en la sinceridad que empuja desde el fondo, se logra esclarecer hasta la más dulce y sencilla de las catástrofes: “Cuando el jazmín era joven/ y yo también”, dice Sinelli. También dice: “Alguien podría decir/ una frase hecha/ y ella sonreír complaciente/ como si la derrota no doliera”.

Es que Sinelli ha elegido su casa y su historia para conocer el universo. Ha elegido la excusa de las mangas arremangadas de la camisa del muchacho para expresar nuestra íntima relación con la vida y con los otros.

Ha elegido dejar de revolver y sacar la olla del fuego seguramente para invitarnos, a través de la palabra, a contemplar ese fuego que de alguna manera nos alumbra a todos desde el fondo de la historia.

Y en esa elección –no ingenua– aparece su condición de mujer más celebrable porque el mundo se le muestra en su efervescencia y misterios cotidianos. Porque “Puertas adentro”, tal vez en ello vaya uno de los tantos aciertos de esta poética, esconde más de lo que muestra. Tiene el mérito de retratar el silencio con el relieve que tiene el sonido como una moneda valiosa cuyas caras se correspondiesen indisolublemente.

Respira sabiduría. Hace que descubramos nuestra propia sabiduría –en caso que la tuviéramos, claro–. Nos hace palpable aquello que sospechábamos o tanteábamos con más dificultades que aciertos.

De ahí que de vez en cuando nos encontremos con poemas como estos. Versos en que la mirada se acerca con tanta verosimilitud hasta la contingencia humana, que acierta a convertirse en reflejo de cualquiera de nosotros.

Entonces, por un instante, sentimos que se entreabrió una ventana al aire puro. Sin lugares comunes. Sin “literatura”. Con poesía. Como si volviéramos a recordar la ya vieja lección de decir caballos, no corceles. Flor de Navidad, no agapantus. Y decir lluvia, no precipitación pluvial.

Los poemas de “Puertas adentro” son una celebración del amor en un mundo que desde sus orígenes se viene apoyando en la crueldad y la estupidez humanas como únicas naturalezas posibles de su devenir.

Paralelo a ello, esa realidad (y el tiempo) se encargaron de machucar nuestra esperanza –un poco más o un poco menos de cada uno de nosotros–. Sin embargo, quiero creerlo, todos podríamos llegar a coincidir, como agradecidos lectores, con Raquel Sinelli:

“Las palabras,
un altar
donde guardar la fe.”



Néstor Mux
La Plata, agosto de 2012

Puertas adentro

Deja la radio prendida
y escucha sólo el rumor;
las manos saben cómo seguir,
van con la ilusión de ordenarlo todo.

El movimiento trae la calma,
un estar de las cosas
sin relieve ni espera.

Alguien podría decir
una frase hecha
y ella sonreír, complaciente,
como si la derrota no doliera.


(De El día pleno, 2003)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

Vida retirada

Ella se inclina
sobre las hornallas azules
y su mano siente,
a través de la cuchara de madera,
que la salsa se espesa.
Deja de revolver
y saca la olla del fuego.

Un haz de luz la envuelve
en esos gestos
que reitera
con ligeras variaciones
cada atardecer.
Lejos, para otros
–piensa–
ésa es la hora de la víspera.
La hora quieta.
Algo, luego, habrá de suceder.


(De El día pleno, 2003)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

Haiku

La lluvia se dejó ver
porque las baldosas del patio
se pusieron más rojas.

Muerte, así has de venir.
Apenas un cambio de tono.


(De El día pleno, 2003)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

Al costado de la ruta

La radio del auto quedó encendida
después del accidente.

Ninguna astilla atravesó la voz del locutor
y los árboles se movieron
sólo en la dirección del viento.

Sueño sin memoria,
el conductor yace sobre el volante,
la cabeza apoyada en el regazo de alguna divinidad.


(De El día pleno, 2003)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

La espera

Cuando el jazmín era joven
y yo también,
cortaba los pimpollos ni bien florecían.
Los cuartos perfumados,
las puertas abiertas,
diciembre con su promesa y su pérdida.

Ahora, dejo las flores en sus tallos.
Hasta que oscurecen
–y caen–
pasan varios días,
más de los que hubiera imaginado.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

El cuarto propio

La que fui
escribía en la cocina:

sobre la mesa blanca de fórmica
extendía los papeles
después de limpiar
los restos de la cena.

La luz de la lámpara
fijaba un círculo.

Alrededor,
la historia turbulenta de esos años,
como un empapelado en la pared.

Las palabras,
un altar
donde guardar la fe.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

Pasaje

Antes de dormir, con la cabeza inclinada
y el pensamiento en otro lado,
se saca, de memoria, reloj,
aros, anillo.
Para entrar al sueño
deja los metales, la ropa,
marcas de una pertenencia.
Un ritual frente al espejo
la lleva al lugar
donde le está vedado verse.
Quieta, tendida entre fibras de algodón,
recorre kilómetros, visita casas que ya no existen.
Un andar que nadie ve,
que no mueve las maderas
donde el cuerpo se apoya, desvestido.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

Vigilia

Mira hacia la habitación
donde duermen los padres.

A través de la pared, del pasillo,
se asegura que respiran, que aún están ahí.

Cuando viajan, el hotel donde se alojan
queda lejos,

kilómetros que recorre
con solo girar la cabeza en la almohada
hacia el lado en que los imagina;

aprendió de niña esa espera:
el tiempo suspendido,
mirar fijo una ruta
y no distraerse;

adivinar el ruido
del auto que regresa.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

El secreto

Se lleva
como un prendedor del lado de adentro.
Su peso no es material.
Alguien confió, reveló su trama
y las palabras volvieron a ser silencio.

Te lo llevarás a la muerte, dice la sentencia,
como si se tratara de otro lugar.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

La parábola

En el sueño
volvimos a hacer el amor,
apurados, a escondidas,
como hace tiempo.
Me inquietó
tu cuerpo tan real
y el mío casi ausente.
El deseo recóndito
sigue su parábola
sin nosotros.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

La plegaria

Ha vuelto a rezar;
mientras camina, murmura
“llena eres de gracia”
y una pieza perdida
vuelve a su lugar.
De niña decía
frases de corrido;
sin entender demasiado,
arrodillada,
con las manos juntas,
la cabeza cubierta,
el templo enorme.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro

El cuadro

Ve a su hijo:
un muchacho, en la calle, con otros.
Tiene las mangas de la camisa arremangadas,
el pelo revuelto.
En el mediodía de calor
él no la ve y es otro;
no lejano, tampoco cercano,
otro. Ella lo mira
hasta que la escena
–por un instante detenida–
sale del cuadro;
él la saluda con la mano
y pronto
vuelven los dos a ser
quienes eran, quienes son,
desde el principio,
en esa certeza
por un momento
corrida de lugar.


(De La envoltura, libro inédito)
Raquel Sinelli / Puertas adentro