Cuadernos orquestados

Colección de poesía

Néstor Mux / Delicada insensatez


Néstor Mux o la poesía del nosotros

Cada poeta genera su propio lenguaje. Néstor Mux parece confirmar esta suerte de metáfora del hacer metáforas. La gran mayoría de sus poemas se construyen a partir de un nosotros. No debe ser casual el título de su primer libro "Nosotros en la tierra". Estaríamos tentados a suponer que es una estrategia, un guiño al lector, un gesto que trasciende la hoja del poema y nos convierte en participantes de su mensaje. Sin embargo, se podría trazar un viaje por los puentes que generan los Nosotros de sus poemas.

Primeramente, surge un nosotros vinculado con verbos en pretérito, con experiencias, con vivencias del pasado que se fortalecen en el presente. "hablábamos de la pureza" o de un pasado sentido como tiempo que nunca volverá, que ha marcado la esencia de la vida, Néstor Mux como "Nuestro olvido que no pudimos perdonarnos". También surgen verbos en presente con un sentido casi obsesivo; son las acciones que identifican esencialmente al hombre en su devenir, generalmente en una continua lucha "cuidamos que no se seque/ el árbol viejo de la luz". Por este juego de verbos, de tiempos, de saltos pretéritos y presentes, se puede sentir que la poesía de Néstor Mux es una larga batalla, jamás concluida, una batalla para que el mundo recupere un sentido original que la historia humana se ha empeñado en deteriorar, "la campana mutilada de la razón y la inocencia/ continúa volando en medio/ de la infinita sordera de la tierra". Poesía plural del pasado y del presente que revela esta actitud no sólo del poeta sino del género humano, como ser que construye lo frágil, que sostiene el equilibrio cotidiano. Un equilibrio que siempre se tiende entre el interior del mundo del autor y la realidad. Por eso el pasado se vuelve presente y el presente se vuelve pasado permanentemente: "Me aseguran que el cascajo todavía recorre/ los itinerarios modestos que le imponen./ Mi padre, cada tanto, me recorre/ la memoria con su ausencia/ y la cuerda apagada de otros días/ con la que dejó de remolcarme."

La poesía de Néstor Mux se construye entre el anhelante nosotros que abre los poemas y la fuerza trágica del verso final, que resuena impactante en el lector. Si repasamos todos los versos finales, percibimos una dimensión trágica de la existencia humana que, concebida como lucha permanente, culmina con el agobio del esfuerzo pero la reafirmación del batallar por la vida diaria, "con furia hermosamente inútil".

También, como gran parte de la poesía platense, es poesía sobre la poesía. Algunos versos aluden directamente al quehacer poético. En "Poetas de orilla a orilla" se nombra el oficio de quienes escriben y fundan el mundo. "Porque consagraron su voz a la melancolía/ desde aquella orilla viene un discreto olor/ a muertos respetables. Desde esta otra,/ en comunión con la tierra de los hombres/ sólo intentamos la celebración/ de la alegría o la tragedia/ porque estamos vivos." Pero, en un interesante juego de transposiciones, también se refieren a la poesía y a los poetas, los versos de "Perros atados": Es posible que ese perro atado ladre/ a estrellas que lo aturden con señales/ o aúlle a quienes lo dejaron vigilando,/ para nadie, una casa abandonada. (...)Porque su sonido tiene algo de delicada insensatez/ o de agonía, y ese sonido me acompaña y me persigue./ Porque su ladrido se impone por sobre las voces desafinadas y rancias de la gente/ mezcladas como al fondo de una olla.

Seguramente la poesía de Néstor Mux se puede sintetizar entre el título de su primer libro "Nosotros en la tierra" y el de uno de sus poemas "Perros atados". La poesía es un perro atado que ladra al universo para que cese el espanto del mundo.


Patricia Coto
La Plata, febrero del 2009

7

a José Antonio Abdelnur

Y hablábamos de la pureza,
nos alejábamos de lo efímero,
de los ríos que arrastran la suciedad del hombre
y cuando ya nos habíamos convencido
que los únicos huéspedes de la tierra
eran las rosas y los dioses:
el ocio del domingo terminaba.


(De Nosotros en la tierra)
Néstor Mux / Delicada insensatez

11

Y al llegar la noche
nos encontramos con el otro cuerpo,
extendido, húmedo y abierto hacia nosotros
como un pequeño valle de hierba feliz.
Con el rostro asomado a la sed
que nos encuentra con esa frágil eternidad,
tenemos palabras y gestos que quieren perdurar
más allá del tiempo que nos reúne.
Pero el deseo y la sangre
son breves como los instantes más hondos del hombre,
y a pesar del hermoso cansancio
y de lascivos perfumes que se harán familiares,
la soledad vuelve,
regresa inexorablemente con el día,
cuando ya nos creíamos salvados.


(De Nosotros en la tierra)
Néstor Mux / Delicada insensatez

13

Todos le dejamos en su dura soledad.
Nos fuimos de sus manos, de su corazón,
del amor y de la casa.

Ella quedó mirando su antiguo reloj
como tratando de hallarnos en un tiempo
perdidamente destruido, como si las agujas
fueran de sangre, de callado llanto,
de humillaciones, de gloria vana.
como nosotros.

El reloj siguió fiel a su doméstica eternidad
cuando nosotros volvimos,
cuando miramos en su polvo, en su cuadrante viejo,
en su sonido de oro, el rostro triste de la madre
y nuestro olvido, que no pudimos perdonarnos.


(De Nosotros en la tierra)
Néstor Mux / Delicada insensatez

De buena fe

Inundados por la luz o el desacierto de la palabra,
reencontrados por el amor y la alegría,
vituperados por el prójimo más cercano,
acorralados por nuestras más furiosas torpezas,
alcanzados por el antojo de la eternidad
o por la justicia del olvido,
pero de buena fe, como única coartada.


(De Como quiera que sea)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Obligaciones

a Osvaldo Ballina

Para que la mediocridad
no gane la insignificancia
de nuestros espacios,
con furia hermosamente inútil
cuidamos que no se seque
el árbol viejo de la luz.


(De Como quiera que sea)
Néstor Mux / Delicada insensatez

El espacio de cada uno

Porque cada hombre
debe continuar reclamándole
a la vida el propio espacio sagrado
que le corresponde desde el principio

probarnos a nosotros mismos
que la campana mutilada
de la razón y la inocencia

continúa volando en medio
de la infinita sordera de la tierra.


(De Como quiera que sea)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Buenas intenciones

Persuadimos a los pequeños animales
de nuestro rostro y de las manos
que no manden gestos ni señales a la superficie.

Pedimos a nuestra voz
que se abstenga de la arrogancia
de decir aquello que respiramos y sentimos.

Cerramos los ojos donde la infancia
crece y gana sitios.

Pero nada concluye definitivamente
para quienes preservan el infierno cotidiano,
porque nunca dejan de ponernos a prueba
y nunca llegan a ser suficientes
nuestras buenas intenciones.


(De Como quiera que sea)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Poetas de orilla a orilla

Porque consagraron su voz a la melancolía
desde aquella orilla viene un discreto olor
a muertos respetables. Desde esta otra,
en comunión con la tierra de los hombres
sólo intentamos la celebración
de la alegría o la tragedia
porque estamos vivos.


(De Perros atados)
Néstor Mux / Delicada insensatez

A favor de la vida

a Ricardo Gil Soria

Si supusimos que un hombre
se diferencia de quienes no lo son
a través de un gesto. Y el saltar hacia la libertad
era el mayor de los gestos
aunque fuese hacia una libertad sin nada

si nos empecinamos en no creer en dioses
para estrecharnos en boda perpetua
con la tierra y los hombres

si el aspirar a claridades
fue nuestra única ceremonia

si con el más próximo
fuimos arbitrarios como el invierno
y la paz de corazón fue para nosotros
una casa que quedaba lejos

no hubo rencor. Sólo quisimos ser y estar
a favor de la vida.


(De Perros atados)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Perros atados

Es posible que ese perro atado ladre
a estrellas que lo aturden con señales
o aúlle a quienes lo dejaron vigilando,
para nadie, una casa abandonada.

Los vecinos se quejan porque no pueden dormir,
escuchar la radio o lustrar sus automóviles.

Mientras tanto yo le adivino colmillos azules
como el amor o la muerte y lo imagino altivo
como algunos hombres o como muchos perros.

Porque su sonido tiene algo de delicada insensatez
o de agonía, y ese sonido me acompaña y me persigue.
Porque su ladrido se impone por sobre las voces
desafinadas y rancias de la gente
mezcladas como al fondo de una olla.

Y porque es posible que yo esté atado también,
pero sin su convicción para ladrar y aullar
ahora que siento finalmente que me han dejado solo
vigilando una luz casi deshabitada.


(De Perros atados)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Ante la radiografía del pie de nuestro hijo

Ahora no recordamos si el pie entonces
pateó una piedra o cayó de un árbol mientras jugaba
para quedar ante nosotros aprisionado en esta radiografía.

A pesar de no ofrecer la consistencia de la carne adherida
uno imagina una hoja seca con sus nervaduras
pugnando por flotar en las sombras de la placa.

Porque en su vida real este pie deberá pisar
en medio del amor y la desdicha,
en medio de la plenitud de la tierra y del precipicio,
luego de haber llegado hasta la casa
del único amigo que le quede en el mundo.

Y habrá de caminar con los sueños y el aliento
que tenga para construir su propia historia
complicado en la historia de todos.

Este pie que continuará al mío
y empujará a ese otro pie que recomience
ya lejos de nosotros y del espacio breve
que ocupamos para comida del olvido.

Porque si bien la muerte y el tiempo
sólo respetarán nuestros huesos
uno no admite, mientras tanto, este recuerdo de mañana,
este simulacro pálido de la eternidad.


(De Poemas)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Fotografía en el hospital

a Julieta, Juanpedro y Griselda Mux

No era que el cuchillo
careciera de filo
o que la pera resbalara en su propio jugo.

Eran sus manos que entonces
sólo podían saludarnos.

En la insignificancia del anillo de plata
que me entregara la enfermera
parecía caber el jugo inútil de la fruta
y toda la belleza y toda la sombra
que nos quedaba.


(De Papeles a consideración)
Néstor Mux / Delicada insensatez

Remolques y memorias

Con el cascajo llevábamos
a los chicos a la escuela;
hacíamos las compras y las mudanzas
o cargábamos las hortensias desde el río.

Un día echó un humo desinflado
y se agotó provisoriamente en las afueras. Con su automóvil, mi padre
lo traía con una cuerda
que no dejaba de cortarse
y yo insultaba a dios y al aire.
Él manejaba con el silencio natural que lo rodeaba
ya que sentía cumplir un deber más
de todos los que cumplía.

Me aseguran que el cascajo todavía recorre
los itinerarios modestos que le imponen.
Mi padre, cada tanto, me recorre
la memoria con su ausencia
y la cuerda apagada de otros día
con la que dejó de remolcarme.


(De Papeles a consideración)
Néstor Mux / Delicada insensatez