Persuadimos a los pequeños animales
de nuestro rostro y de las manos
que no manden gestos ni señales a la superficie.

Pedimos a nuestra voz
que se abstenga de la arrogancia
de decir aquello que respiramos y sentimos.

Cerramos los ojos donde la infancia
crece y gana sitios.

Pero nada concluye definitivamente
para quienes preservan el infierno cotidiano,
porque nunca dejan de ponernos a prueba
y nunca llegan a ser suficientes
nuestras buenas intenciones.


(De Como quiera que sea)
Néstor Mux / Delicada insensatez