Cuadernos orquestados

Colección de poesía

Gustavo Caso Rosendi / Soldados


He aquí una breve selección de poemas de “Soldados”, libro inédito de Gustavo Caso Rosendi, cuyo asunto se centra en la Guerra de Malvinas.

Partícipe doble, como soldado y como poeta, C. R. nos entrega una historia ilustrada con la contundencia de lo real, dándonos la sensación de que ciertas vidas serán siempre cortas para poder olvidar.

Una cierta legitimidad autoriza estos textos: la legitimidad de la fuerza y de la audacia. A través de ellos, C. R. deja entreoír “no juzgues”, Gustavo Caso Rosendipropuesta Gustavo Caso Rosendi que condena el hablar con pena capital incluida y es un golpe a una forma de jerarquía –la de sólo juzgar–, a la vez que plantea aceptar lo que el otro tiene de extraño, de desconocido ¿Cómo criticarlo, entonces? Más que respondiendo de las sensaciones que me aportan sus textos para establecer la fluida correspondencia entre credulidades, la del lector y la de la obra, un comercio regular entre elementos vivos.

Una poesía que testimonia la guerra, atención no siempre testimonial. Su manuscrito original ordenado en un tiempo sucesivo que hemos respetado en esta selección, tiempo que se ha configurado, a mi manera de ver, simulando un friso; el autor nos instala rápidamente una butaca en el teatro de operaciones, aparece el paisaje (manchado de aviones), el enemigo invisible (con nombre, apellido y currículo), los compañeros de infortunio (quizá los únicos), la repatriación y el regreso a ese otro terreno minado: la vida civil.

Todos sabemos que el tiempo es algo más caótico que ciertas presunciones lineales; sobre todo, en situaciones de emergencia. Recordemos el proceso de un condenado como ejemplo: el día que le dictan su sentencia ya está siendo ejecutado y, si por un giro del destino, llegara a salvarse, quedaría en un “entretiempo”, en un pasadizo, en lo inexistente, donde sólo se vive fugando. A ciencia cierta, no conocemos la naturaleza del tiempo, pero sí sabemos que es más caótico de lo que C. R. lo presenta; de éste me sorprende su actitud casi infantil: ir, vivir los acontecimientos y regresar. ¿Ingenuidad propiamente dicha? ¿O recurso para aumentar la terrible desazón de los acontecimientos? Ingenuidad corrosiva, en todo caso.

Esta selección de once textos bastan por un tirarse al fondo de otra herida: la fundamental, la del momento del nacimiento, que no quitará jamás el destino humano.

Pero si hay algo que me sorprende es que en situaciones de guerra la geografía externa se equipara a la geografía interna, simplemente por una cuestión de vida o muerte. C. R. enfrenta esta idea con una estrategia de sobrevivir de lo imaginario: ¿coraje? ¿locura? ¿iluminación…? Probablemente, en ese orden.

Muchos pensarán (en forma de alivio) que este tipo de poemas conlleva el tan justo “no se escribe con el dolor sino con el recuerdo del dolor”, pero ese tic aquí no funciona; no sé si se cumple en poesía. ¿Quién puede decir que cuando C. R. escribe estos poemas no está en “el instante” en que suceden los hechos, en un eterno, insalvable presente? He aquí el infierno, entonces. Ni un movimiento a la derecha ni un movimiento a la izquierda, rodeados de frío, mugre, cigarrillos y otras endemias, aprenderemos a esperar con el riesgo de disparar contra el otro, de comernos entre nosotros o de escondernos de miedo. Si usted Caso Rosendi pedía respuestas y ya me las ofrecía– matar, enterrarse, o pasar desapercibido en una vida civiconormal–, no puedo más que agradecerle la solidaridad de sus poemas. Y que nadie mueva una coma de los hechos.


Abel Robino
París, agosto de 2007

Trinchera

Comenzamos cavando como si
fuera nuestra propia tumba
Pero cuando el cielo escupía fuego
nos dábamos cuenta
que era un buen hogar
después de todo

Cuando cayó el soldado Vojkovic
dejó de vivir el papá de Vojkovic
y la mamá de Vojkovic y la hermana
También la novia que tejía
y destejía desolaciones de lana
y los hijos que nunca
llegaron a tener
Los tíos los abuelos los primos
los primos segundos
y el cuñado y los sobrinos
a los que Vojkovic regalaba chocolates
y algunos vecinos y unos pocos
amigos de Vojkovic y Colita el perro
y un compañero de la primaria
que Vojkovic tenía medio olvidado
y hasta el almacenero
a quien Vojkovic
le compraba la yerba
cuando estaba de guardia

Cuando cayó el soldado Vojkovic
cayeron todas las hojas de la cuadra
todos los gorriones todas las persianas


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

Gurkas

Mercenarios de perfil bajo
(los únicos que los vieron
ya no están)

Cuchillos fantasmales
cortando los sueños

¿Pero acaso nosotros
no veníamos del país de
las picanas sobre panzas
embarazadas?

¿Quién le tenía que tener
miedo a quién?

Ese día el soldado Aguilera traía el sol
Como un ciprés harapiento
bajo la rama verde de su brazo
el soldado Aguilera traía el sol
No venía con la mirada caída de otros días no
Se recortaba triunfante en la colina
apretando al sol-rehén bajo su axila
contagiado por la luz
Se acercaba como el amanecer
agigantándose a cada paso
Ya entre nosotros lo sujetó contra el suelo
clavó su bayoneta en el ojo dorado
y rápidamente nos llenamos manos
y bocas con esa carne de cíclope
que sabía a dulce de batata


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

Cantata

Pasa la esquirla
y al soldado Martínez
le salen puentes
amarillos de la media oreja
y abajo la sangre
corre turbulenta
y Spinetta rema
sobre su guitarra
y gira el paisaje
como un cuadro de Van Gogh

Es por eso que hoy
cuando alguien le habla
adopta una postura
de figura egipcia
como si el silencio
de aquel hospital
le perdurara

(Pero yo sé bien que
cuando Martínez está solo
ese oído se le abre
como una ventana
y es cuando vuelve
a escuchar el silbido
y luego el trueno y luego
como un viento las voces
de los muertos que le cantan)


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

Poema ornitológico

Casi todas las aves se habían ido
(Eran sabias las aves o casi todas)
No como esas gaviotas que flotaban
enrojeciendo la bahía
No como aquel Pucará que caía en picada
ennegreciendo la mañana

Dormíamos abrazados
Marilyn –te decía–
Todas las madrugadas
aseaba tu cuerpo tus agujeros
Sin embargo me fallaste
cuando más te necesité
Pude haberte abandonado
en medio del camino en llamas
pero me aferré de vos como si
fueras un idiota al que tenía
que proteger
Y ese amanecer te saqué
las entrañas para arrojarlas
al mar
y ya en la fila acaricié
tu cuerpo hueco
y te dije adiós
antes de tirarte en la fosa
de los fusiles rendidos


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

En el camarote del Canberra

Se fregó y se refregó
bajo una lluvia caliente
Consiguió sacarse la mugre
pero no la angustia
pero no la desolación


Se miró al espejo
y supo que ya no era
y supo que nunca
se marcharía del todo
de esas dos islas rojas
como mordida de vampiro


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

Puerto Madryn

Como una Moby Dick de acero
el Canberra nos derramó en la explanada

Luego el abrazo de la gente el griterío
un hogar un plato de guiso un poco de vino
el ruido del chorro del sifón y los ojos
encendidos de una chica

Partimos al atardecer

Lentas algas se amontonaban en la orilla


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

El último enemigo

Jorge se despertaba
entre la tempestad del fuego
con esa tos de cañoneo
que no se le iba nunca
y antes del desayuno
se afeitaba en un pedazo
de espejo que latía

Esa mañana besó
a sus hijos a su mujer
besó como el sueño
profundo y suave
besó de una manera
imperdonable y dulce

Más tarde en el baño de un bar
sacó un revólver y disparó
justo en el lugar donde
se apostaba la tristeza


Gustavo Caso Rosendi / Soldados

Brindis

Subía y bajaba colinas
hasta llegar al soldado Sañisky
Le daba un abrazo
le ponía entre las manos
mi paquete de Marlboro
esto es tuyo -le decía-
es todo lo que tengo
y nos dedicábamos a echar humo
igual que aquellos agujeros
que de pronto aparecían
en la turba como un
acné irremediable

Hoy cuando nos juntamos
en algún cumpleaños
y enciendo un cigarrillo
sentimos que estamos allá de nuevo
Entonces mi amigo
–que ya no fuma-
me pone en la mano
una copa de vino
y miramos cómo corren
nuestros hijos
cómo hablan nuestras mujeres

Y porque aún nos perdura
la tristeza es que estamos felices
y porque sabemos que de alguna
manera no nos han vencido
es que brindamos


Gustavo Caso Rosendi / Soldados