Todos le dejamos en su dura soledad.
Nos fuimos de sus manos, de su corazón,
del amor y de la casa.

Ella quedó mirando su antiguo reloj
como tratando de hallarnos en un tiempo
perdidamente destruido, como si las agujas
fueran de sangre, de callado llanto,
de humillaciones, de gloria vana.
como nosotros.

El reloj siguió fiel a su doméstica eternidad
cuando nosotros volvimos,
cuando miramos en su polvo, en su cuadrante viejo,
en su sonido de oro, el rostro triste de la madre
y nuestro olvido, que no pudimos perdonarnos.


(De Nosotros en la tierra)
Néstor Mux / Delicada insensatez