Ella se inclina
sobre las hornallas azules
y su mano siente,
a través de la cuchara de madera,
que la salsa se espesa.
Deja de revolver
y saca la olla del fuego.

Un haz de luz la envuelve
en esos gestos
que reitera
con ligeras variaciones
cada atardecer.
Lejos, para otros
–piensa–
ésa es la hora de la víspera.
La hora quieta.
Algo, luego, habrá de suceder.


(De El día pleno, 2003)
Raquel Sinelli / Puertas adentro