Es la noria de las horas
y el cuerpo no descansa.
Una guerra silenciosa en las colinas del cerebro
devora aquello por lo cual valen las penas y las esperas
y los esfuerzos de toda una vida;
ya están preparados todos los obituarios,
alertas las herramientas de los enterradores de utopías
y con el mismo regusto frente a la oscuridad,
profetas de todos los odios y querellas
reclaman el advenimiento de las grandes catástrofes;
las voces machacan que no hay nada que hacer
salvo repetir lo hecho, una y otra vez y desechar
el verde pajarillo de la esperanza.

De pronto un horizonte se abre entre las circunvoluciones,
viene un alba con música de entusiasmos,
el sol batalla otra vez sobre la bóveda del cráneo
y entibia al pájaro que remonta vuelo.

Un niño acaba de nacer.


(De Tregua en la propia casa, libro inédito)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días