No es mi flaca alegría la que empuja otras voces
a poblar las veredas en los días de fiesta,
pero sube al mirarlos algo que se asemeja
a ese aliento que sana. No soy quien
para juzgar cualquier intento
de hacer de una manada un pueblo,
mis derrotas deben morir conmigo, es vileza
alimentar el odio propio con esperanza ajena.
Ellos pueblan de niños, ladrillos y paredes
y ropa colgada al sol y cocinas humeantes
y madrugadas limpias, las calles de un barrio
cuyos límites ya no reconozco.
Ellos brotan sin tutores de ninguna especie,
y no piden permiso ni viven de prestado,
apenas tienen llave y contrapiso,
/ apenas un umbral, un patiecito,
dueños de rabias propias y desprecios ajenos,
de solidaridad callada y plena, pelean,
por las buenas o no, pelean cada día.
Hay un sol que apenas los alumbra y salen
a festejar la vida.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días