El mástil va mermando su estatura
conforme los años pasan,
los árboles, matas de lana
verde, perfuman el centro
de un patio de juguete.
Todos los detalles caben en la maqueta
colgada con alfileres en la memoria.
Los zapatitos y el portafolio de cuero,
las maestras, la escuela entera
se ha encogido.
Tampoco los que pueblan el patio
son los mismos, figuras sin rostro, anónimos.
Solo un temblor recorre intacto la escena.
Un pequeño sismo sobre el modelo.
El niño lleva el paño patrio,
debe alzarlo al cielo y pesa,
es un ternero nonato entre sus manos,
pesa en el mediodía de diciembre
húmedo y caluroso, pesa
con el estómago vacío,
pesa sobre las sienes,
la cabeza helada, pesa,
y el abanderado se desploma.
Todos ríen, vuelven a reír.
Los rostros y minúsculas
ventanas se desvanecen.
Era como morirse, lo sé,
aún muero.


(De Villa Elvira, 2014)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días