Uno de esos pueblos
que no existe en los mapas:
demasiado miserable
o demasiado rico.
Badenes asesinos,
la prisa por llegar,
y se rompe el motor.
Las mujeres se van
en el segundo vehículo,
quedamos solos.
Cae la noche,
sopla el viento helado de la cordillera,
rumiamos compasivos
la modesta desgracia,
pequeños hombres indefensos,
hablando de mujeres que no están
o que han sido, en un ayer lejano,
para darnos valor.
Y cuando el desaliento
empaña el parabrisas,
divisamos las luces salvadoras
de quién ofrece remolcarnos
hasta Chos Malal.
En estas soledades,
cada gesto humano crece
como esos pastos duros de la estepa,
sin vanidades ni estridencias.


(De Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días