Un abucheo de chicharras
confundió nuestros pasos,
así huimos
de las grandes avenidas
iluminadas por la luna llena.
En plena noche, en la estación vacía,
escuchamos campanas de advertencia:
infinitos vagones, rigurosamente sellados,
cargados de roca molida
arrancada a las montañas.
Los hermosos trenes de la infancia
huyendo como oscuros criminales
hacia los grandes puertos de embarque,
dejando una estela extraña,
el acre olor de una vergüenza.


(De Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea / Cuando vuelven los días