Ausente de ti, mi corazón
anidó en feroz maridaje
las temibles formas de la
oscuridad. Arribaron a mi
corazón de los lugares más
remotos de mí mismo. Sin que
yo lo supiera, mi Señor, vivieron
dentro mío ocultas a la sombra
de mis sueños y mis credos.
Temidas por mí, invocadas por mí,
perseguidas por mí, adoradas por
mí. Lebreles del miedo, olfatearon
la cercanía de su presa. Ninguno
de mis espejos registró su paso.
Ninguno de mis soles reflejó su
sombra. Jamás atravesaron las
corrientes de los ríos que me
recorren. Durmieron en la
profundidad de mis cavernas.
En la larga marcha hacia mi corazón,
devastaron una a una
mis ciudades interiores. Fue el fin
de su diáspora. Con su orgullosa
palidez, el don único de la
metamorfosis y su eterna vejez,
impusieron a mi corazón la más
desoladora de sus leyes: este
inextinguible amor a la muerte.


Luis Pazos / Señor de la alucinación