I

La mesa del anochecer.
Una a una, las estrellas aparecen
sobre la arquería del fuego.
Ahora, cuando las brasas parecen más despiertas,
toda la carne crepitante,
como un patio de escuela,
un recreo en el convento.
Y envolviéndolo todo, el humo,
humo tan vivo y atento
que amasa cuerpo, alma, memoria.
El humo se esparce y nos seduce
los cabellos, la mirada,
la sombra de las manos.
El humo con su vocación de susurrarnos,
en el más atrás de los oídos,
que algún día una fogata arderá
por nosotros
y seremos cenizas de cenizas,
restos de una fiesta en la noche de la nada.


(Inédito)
Patricia Coto / Fanales