Los asesinos se dan a la orgía en la casa que suda frío. Ni demonio ni dios la iluminan. No beben por sed. No comen por hambre. No eyaculan por deseo. Un orden los excede. Un aire negro los desmadra. Bebidos, comidos y fornicados hasta el hartazgo saldrán a cazar humanos. Un nuevo hambre, una nueva sed, un nuevo deseo. Verdugos prendidos, ellos también, a la leche de la vida.


Osvaldo Ballina / La aldea