Lo irreal, lo infinito, lo invisible y lo ilusorio, llegan puntuales a la aldea. Son las estaciones guía, sustitutas de las naturales. Alguien murmura, ante cada una de ellas: siempre, nada, todo, jamás. Un instante después, lanza cada palabra contra el cielo para escuchar el rebote del sonido. Ellas vuelven a él en fragmentos de esperanza. O de una ilusión necesaria. Se desencaja del planeta. Para locura o libertad.


Osvaldo Ballina / La aldea