Aún permanece un papel perfumado de incienso,
la mitad de una estrella,
la cuarta parte de mi sonrisa,
una legendaria carta de amor
y la suerte como pez de cristal en naufragio.

Un madero a la deriva me indica los confines del cuarto.

Ascienden mis palabras en busca de la luna
mientras la piel crucifica otro nombre, y otro, y otro...
Sólo los de pies ligeros pasan al final del día,
los de palmas abiertas al cielo encierran un huracán en su puño
y clausuran sus bocas con magnolias.
Las semillas de toda existencia agonizan en busca de luz,
resucitan en colores y no regresan.
El viento me disuelve en la agonía de los cajones
y el silencio insiste hasta desdibujar mi rostro.

Los confines solamente pertenecen a los bárbaros.


Ángela Gentile / Cuerno de marfil