III

Tenemos los ojos polvorientos
como la mirada de un tren de carga.
Cada día, alguien arroja
bultos a nuestros ojos.
Y, al atardecer, quedan en alguna estación muda.
Entonces los ojos, hechos para lo porvenir,
viven como si estuvieran cerrados.
cosidos entre dos riberas.

Habrá que aprender a mirar con las manos,
con los pies, con el revés de la memoria.

Habrá que lavar lo visto
y tenderlo al sol, aunque nos ciegue.


(De Libro de navegación, 2003)
Patricia Coto / Fanales