Nació en la ciudad de Mar del Plata en 1955, donde actualmente reside, es profesor de literatura y dirige la revista La Pecera.

Ha escrito ensayos y crítica literaria para publicaciones y periódicos en el país y en el exterior. Entre sus libros de poemas podemos mencionar: Apenas en el mundo (1988), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano (1997), Una complicidad que sobrevive (2001), libro que le valió el Tercer Premio de Poesía del Fondo Nacional de Las Artes. Recientemente ha publicado la plaqueta Mar del Plata, poema dividido en 12 partes dedicado a su ciudad natal.

Osvaldo PicardoEntre sus otras publicaciones se destacan: Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencias. El noroeste: La Carpa y Tarja (2000). Ha obtenido en estos últimos años los premios Alfonsina Storni, de la Municipalidad de General Pueyrredón, y el premio a la trayectoria Lobo de Mar, de la Fundación Toledo de Mar del Plata. Su último libro publicado es Pasiones de la línea (Poemas de Nicolás de Cusa), Ed. En Danza (2008).

"El secreto florecido hacia adentro"
En el espacio de esta breve, pero intensa antología, hay una superficie poética más que significativa, donde convergen textos de los tres últimos –que a su vez son los más logrados- libros de Osvaldo Picardo. Para quién, como podemos constatar, a partir de la lectura de los poemas seleccionados para esta muestra, "la época y la poesía, el lenguaje y la historia, la naturaleza y el hombre son problemas, no temas". En este sentido, Picardo estaría de acuerdo con la idea de ciertos poetas, como Yves Bonnefoy, que opinan que uno no debería llamarse a sí mismo poeta. Esto significaría que uno ha resuelto los problemas que ha planteado la poesía. Conciente de esta limitación, Picardo sin embargo, no deja de agotar en sus poemas el campo de lo posible. Con mirada asombrada y no con el aburrimiento retórico ante lo cotidiano. A veces con ironía como resistencia contra la resignación, con sutiles y líricas e intelectuales pinceladas, para neutralizar la rutina y lo siniestro, entendido éste por Freud: "como aquello familiar que se ha tornado desconocido". A propósito, leemos en el poema En un viejo laboratorio de fotografía: Hay una suma de cosas en la sombra que las ventanas clausuradas/ dejan crecer desde hace años… …No es algo nuevo sino todo lo contrario, apenas si es algo.

Escribir para Picardo, aunque no sea nada más que una simple palabra, es constatar en ese mismo instante, que una lengua está ahí, y se agita afanosa, y con ella todas las ambigüedades, los espejismos y todo el pasado del lenguaje. Es que para poetas como Picardo, nunca existe lo inmediato. Incluso sus textos parecen advertirnos, en cuanto a pretender crear en las palabras su densidad infinita o su puro vacío, que sólo puede ser un deseo, insensato desde que aparece. "Todo está dicho y llegamos demasiado tarde. De ahí que hablemos por boca de otros y sobre-escribamos un poema infinito que nadie alcanzará a leer sino de a pedazos. ¿No es esa la primera limitación que debemos asumir? Lo nuestro es escribir entre comillas, citar, aún no sabiendo que citamos." Nos dice Picardo sobre su propia poesía. Y en esta particularidad, en este "correlativo objetivo", encontramos más un sentimiento de solidaridad, que una inclinación a la conquista y usurpación de los elementos culturales del museo universal.

En este sentido, creo que uno de los ejes a partir del cual, se genera y estructura el discurrir poético del autor es el problema de la memoria, el pasado que se impone a pesar de toda voluntad, pero sobre todo la de un sujeto perforado por varias voces. El peso de lo histórico y de la tradición cultural. En sus poemas conviven y dialogan (o sea entran en conflicto) Quintiliano, Catón, Séneca o Nicolás de Cusa, con personajes, situaciones cotidianas y animales emblemáticos como los picaflores, esos seres poéticos "de corazones enormes y cuerpos diminutos que mueren de quietud durante el sueño".

El proceso de asimilación de elementos ajenos, que en mayor o menor grado, advertimos en todo creador, en el caso de Osvaldo Picardo presenta un interés muy particular: es uno de los rasgos que lo distinguen. Sin embargo, esta poesía no es hermética ni oscura, por el contrario, es de una extrema claridad en los detalles. No hay nada impreciso en sus imágenes, ninguna niebla alrededor de los sentimientos que formula, sus medios de expresión son directos y los planos de su puesta en escena están trazados con precisión. Picardo en sus poemas, llega a hacer sentir la consistencia de lo sólido aun en situaciones difíciles de materializar: "mil partículas se concentraron en la historia de una sonrisa", "las geometrías impalpables de los cuatro vientos", "los huesos de un niño", "pisadas de gaviotas sin borrar","ovas vacías entre las uñas de las olas", son algunos versos, tomados casi al azar, como ejemplo de este onirismo en pleno día. Objetos e imágenes que determinan ensueños "fáciles y efímeros"; una ensoñación poética que trabaja con la mirada. Ante este mundo de formas cambiantes, en el cual la voluntad de ver (la voluntad del amor) sobrepasa la pasividad de la visión, y se proyecta incluso a los seres más simples. En los poemas "Una casa", "La abeja" y "Siesta", además podemos constatar, que el fondo de ese amor, es pensar en alguien fuera de su presencia, luego fuera de lugar, y por último a pesar de su presencia. Desde esta perspectiva, podríamos afirmar que la poesía de Picardo, es el lugar de la mirada, "ahí donde leemos oscuros las cosas que merecen conocerse. El secreto florecido hacia adentro." Picardo mira, o sea hace algo con lo visto. ¿Y qué otra cosa puede ofrecer un poeta, si no es una mirada? El mundo como realidad y ficción: ésta es la visión que depara, como discurso disparador, la poética de Osvaldo Picardo. Su lectura nos entrega el ejercicio y el resultado de una mirada de vasto espectro sobre las cosas que nos rodean y nos habitan, las visibles y las escondidas, las evidentes y las secretas.., comentó Joaquín Giannuzzi, a partir de la lectura de los textos de Picardo. Diremos por último, que estos poemas, son un acto de humildad, y al mismo tiempo la constatación que la movilidad de la vida crea en el poeta la conciencia de la totalidad del mundo, y el drama de la existencia pasajera. Y diremos también, junto al poeta que su (la) poesía es una complicidad que sobrevive.


Héctor J. Freire
Mayo de 2008