El 27 de julio
ella duerme en el Hospital.
Le inyectaron morfina
y yo no lo sé.

Nada, de la cama blanca
ni de la inmensa costura vertical
por donde su interior se hizo visible

sólo en su aspecto funcional.

Las manos impotentes
la cerraron de inmediato,

como una puerta,
como una caverna.

De lo que no se puede mirar, mejor no hablar.

Siendo-fuera-y-dentro-a-la-vez, lo interior
me precedía en todo y ahora se adelanta
antes de que lo sepa.

Yo estuve en ese País interior
antes que mis hermanos,
como Lao Tsé en su madre Li,
Madre Ciruelo,
Hija del Jade de Brillo Oscuro.

¿Cuantas veces la embarazó una semilla

de mandarina o una cucharada de dulce
o el cuchillo con manteca ?

Por el brillo oscuro de su lengua,
y la mirada de jade,

un hijo podría decir : 
«Quisiera no haber nacido.
Quisiera que no te mueras»,
dibujando un círculo para evitar el desencuentro
o el exterior.

Yo te diría: la expulsión me llevó muy lejos
de aquí, pero no me fui porque el útero
siguió siendo el Mundo.


(De Madre Ciruelo, Córdoba, Alción, 2007)
Roxana Páez / Crying Body