… la comuna es un lugar donde desaparecen los funcionarios.
Vladimir Maiakovski


Digamos que he fraguado la escena
y que este agujero negro en mi cabeza
es apenas un truco, un maquillaje.
Todo no ha sido más que un simulacro
para engañar a los verdugos,
supongamos, un bien urdido fraude.
Con otro nombre y otra fisonomía
–ah sueño recurrente
de todo blanco móvil,
del que expone el pellejo
en cada movimiento de sus músculos …–
me escabullo en un pueblo perdido en la montaña
y no soy otra cosa que uno más
de esos rudos paisanos
que sobreviven con mínimas preguntas.
Por supuesto, nada de escribir.
Ni siquiera una línea.
No hay más literatura que los negros relatos
que esos hombres de tierra desgranan en las noches
lluviosas alrededor del fuego.
Que otro perro lidie con el hueso
de encontrar la palabra apropiada para el verso perfecto.
Sólo comer, beber,
trabajar como bestia hasta agotar la fuerza de los brazos,
y después retozar
como un niño en el heno.
Supongamos, incluso, que me esfuerzo
por cerrar los oídos y los ojos
a todas las noticias que llegan como pájaros
exhaustos desde el mundo.
Todo me importa un rábano.
Aceptemos la hipótesis.
¿Crees, de todos modos,
que dudaría en disparar el arma nuevamente
sobre mi sien derecha
si escuchara a este coro de idiotas
modulando la melodía del ocaso?


(De Eterna marea, 1998)
Guillermo Lombardía / El tren equivocado y cinco poemas más