La poesía de Abel Robino me es particularmente familiar. La he visto nacer, crecer y desplegarse hasta alcanzar – como lo confirma la presente selección – un depurado esplendor. La he visto, también, mudar de piel, trasplantarse de un continente frustrado a un continente agotado y, sin embargo mantener vivo et pathos de origen. Pathos nada común en esta época posmodernista, "alejandrina", en cuyo contexto es preciso ubicar estos textos de Robino pertenecientes a su libro Hiel por Hiel – Tierra Firme, Buenos Aires, 1977 – que producen un notable impacto : el de esa gota de agua que da título a uno de los poemas y que atraviesa el bloque de lo real.

Abel RobinoEsa gota de agua es, podríamos aventurar, una metáfora del canto, de la palabra poética, pero no de cualquier palabra sino de aquella que – como lo dice el autor – nace de la lengua desgarrada por el escorpión de la muerte.

Sólo así es posible horadar ese bloque, "desinfectar el misterio" y asomar ileso por el otro lado donde esperan, en el colmo de la desdicha, también tinieblas. Se trata de un proceso dramático, que exige una serie de metamorfosis : cuervo, lobo, escuerzo, cerdo, la liendre evocadora de John Donne, el gato negro y finalmente, ese pájaro de la India cuyo máximo canto es "un silencio que sacude las plumas". Tan someramente, el sentido último – o uno de los sentidos – de esta poesía llena de imágenes deslumbrantes, recursos melódicos, desolada grandeza y, sobre todo, dueña de una patética belleza que cumple con el sabio precepto : "¿ Lo bello es terrible!".


Horacio Castillo
Miembro de número de la Academia Argentina de Letras