Para alimentar el rencor
de agiotistas prestamistas usureros
compradores de oro y de recuerdos
el almacenero siempre se levantaba
de sus más anchas caídas

Esgrimía un interminable lápiz
sobre la oreja
que mojaba con la lengua
para hacer las cuentas en la aspereza
del papel de estraza

Su socio era un vasco
para nada obcecado
calmaba al gallego
de sus cóleras espesas
promovidas por los aumentos
de precios mayoristas
por las rutinas de números
de columnas rígidas

Por las noches
recorrían los muelles crujientes
del puerto
manos en los bolsillos
sin mirar el río


Néstor Ponce / Culinarias / Económicas / Médicas / Deportivas