A medianoche el sol manó
sangre. A mediodía la luna
alumbró las praderas de la
tierra. Una lluvia intermitente
de cenizas cubrió las ciudades
olvidándolas. Bandadas de
pájaros diferentes volaron
bajo tierra. Las mujeres
parieron engendros, mitad
hombres, mitad bestias.
Algunos animales, los de garras
afiladas y agudos colmillos,
adquirieron el don de la palabra.
Los peces se ahogaron en el mar.
Manantiales de sangre formaron
nuevos oasis en el desierto.
Rebaños de corderos dieron muerte
a sus pastores. Las montañas
caminaron. De las entrañas de la
tierra surgieron formas indescriptibles.
En los campos roturados brotaron
teas encendidas. Los árboles
se volvieron locos. De la insondable
profundidad de las fosas marinas
emergieron grandes peces de
posición erecta y mirada
inteligente. Finalmente, terribles
profetas con el pelo en llamas
y espuma en la boca anunciaron,
mi Señor, tu llegada.


Luis Pazos / Señor de la alucinación