Hazme cruel, Señor, pero no
inhumano. No me quites la
fuerza del odio pero tampoco
el poder del amor. No impidas
que hiera con mi espada pero
tampoco que acaricie con mi
mano. No expulses al demonio
que me habita pero tampoco
al ángel que me guarda. No
me prohíbas el deseo de ser
dios pero tampoco la esperanza
de ser hombre. A la hora de
juzgarme, no me apliques
tu justicia sino tu misericordia.
Recuerda que siempre fui tu
Hijo.


Luis Pazos / Señor de la alucinación