V.

Mi padre era agrimensor.
Medía
desmesurados campos.

Su cinta métrica de metal oscuro
brillaba al sol del alba
y desafiaba las distancias.

Yo seguía sus trancos precisos
de un metro cada paso.

Trabajó en terribles herencias
que desguazaban campos interminables,
en pueblos que crecían al ritmo
del martillo de los rematadores.

Muy entrada la noche
bajo la luz azul de una lámpara gris,
él hacía nacer potreros de las estancias,
chacras, barrios de lotes alineados,
la plaza
que era un cardal de límites precisos.

Cada uno de nuestros movimientos,
cada estaca clavada,
había sido previsto y dibujado,
como un general planeando la batalla.

Yo miraba asombrado los cuadritos simétricos
y cuando avanzaba sobre el papel el tiralíneas,
yo me veía con mi padre en el alba
dibujando esa línea en la escarcha.


Marcelo Vernet / Profeta menor