Aquel día, junto al afluente, repetíamos himnos
por el sendero donde la belleza desplegara su peplo.
El sonar de remos extranjeros nos detuvo.
Decididas cantamos, mientras los gentiles desembarcaban
en nuestro mundo pagano.
Pronto, los viajeros reposaron en sus naves
y nosotras danzamos en sus sueños.
Un cuerno de marfil nos alertó
y regresamos al eterno jardín de oro.


Ángela Gentile / Cuerno de marfil