Tres adolescentes negros se bañan desnudos
en la corriente pedregosa del río.


Más que con deseo, sus ojos los contemplan con nostalgia. Alguna vez también él se sintió así: con los músculos firmes, con la piel tirante, con la boca inundada de risa. También él se sintió alguna vez requerido —tanto por las manos de las mujeres como por las miradas de los hombres.

Tres adolescentes negros se bañan desnudos
en la corriente pedregosa del río


—mientras él, sentado a la distancia, escribe en una libreta todo cuanto necesita para emprender su expedición a la tierra del marfil: Una cámara fotográfica, un teodolito —o en su defecto un buen sextante y una brújula Cravet—, un cordel de agrimensor de lino, una caja de matemáticas... De tanto en tanto levanta los ojos: el sol resbala sobre las pieles aceitosas, el aire trae risas, palabras de alegría. No deseo: nostalgia.

Tres adolescentes negros se bañan desnudos
en la corriente pedregosa del río.


Una caja de matemáticas —escuadra, transportador, compás de reducción—, un barómetro aneroide de bolsillo, una colección de mineralogía... Los dedos que cuentan el oro ya no son sensible para acariciar el torso sin vello de los jóvenes, los muslos de las muchachas núbiles. También anota en su lista varios libros: Topografía, Geodesia, Hidrografía. No deseo: nostalgia —de los músculos firmes, de la piel tirante, de la boca inundada de risa. Señores de Lyon, señores de París, señores miembros de la Sociedad de Geografía: los dedos que manipulan un teodolito, un sextante, una brújula Cravet, ya no sienten el torso o los muslos debajo de las yemas, la felicidad de los cuerpos indeterminados entre lo femenino y lo masculino: sólo perciben el momento de volver a escapar...

Los jóvenes son tres y ríen ajenos a sus inquietudes, a sus miserias; tienen las puntas de los dedos sensibles; y se bañan desnudos y sin culpas

en la corriente pedregosa del río.


Guillermo Pilía / La pierna de Rimbaud