¿Cómo puedes vivir tan descentrado?
Mira a tu alrededor.
Deja que esa corriente
que surge de la base de tu nuca
viaje por tus arterias y tus nervios.
Ése es tu pie.
Apóyate.
Mantente erguido.
Juega.
Ensaya los distintos equilibrios
distribuyendo el peso entre los miembros,
el plexo, la cabeza.
Concentra la energía en la raíz.
Expulsa esos parásitos
que se alimentan de la savia de tus tripas.
Respira hondo.
En la reserva profunda de tus bronquios
están guardados los sabores,
sonidos y fragancias,
que serían materia prima de tu canto.
Abreva de esa fuente, caballo,
come de esa alfalfa.
Y relincha.
Relincha en el silencio de la pradera verde.
Sigue el curso ascendente de esos ramos tupidos
de florecillas blancas.
No importa si en París o en Barcelona
se congela tu sangre mientras tu lengua lame
el corazón de las palabras.
Ese rayo argentino
te cerrará los ojos definitivamente.


(De Eterna marea, 1998)
Guillermo Lombardía / El tren equivocado y cinco poemas más