Es la estación de las hormigas. No hay referencia de su nombre ni de su tiempo. En el sendero, disciplinadas, llegan con su carga y regresan por más. Alrededor, el descampado. De pronto, alguien patea el hormiguero y el orden deviene pánico. Se mueven confundidas en todas las direcciones. Con carga o sin ella. Da lo mismo. El castigo es la ausencia. Serán devoradas.


Osvaldo Ballina / La aldea